Jornada llena de simbolismo por cuanto, tras las durísimas derrotas del día anterior y los bombardeos de Durango y Elorrio, el Ejército Vasco obtuvo por fin una victoria de resonancia, cual era la reconquista de la cima del mítico monte bocinero con su emblemática cruz, tomada por los requetés del tercio de la Virgen Blanca en la mañana del día 1. La situación de los carlistas (buena parte de ellos arratianos pasados a Vitoria) era ya muy complicada por cuanto llevaban horas sometidos a una durísima presión. No era para menos, ya que la posibilidad de que todo el macizo del Gorbea cayese en poder de los rebeldes suponía amenazar de flanco las posiciones que defendía el Ejército vasco en el sector de Ubidea, e incluso podía ser aun más grave si el ataque se prolongaba sobre el puerto de Barazar, cortando la retirada de unidades enteras. Durante aquellas horas fueron enviadas al Gorbea todas las fuerzas disponibles; el Padura y la compañía Amaia del Ariztimuño (que empezó a fijar a los requetés con fuego de ametralladoras desde Aldamin), una compañía del UHP y el destacamento del Cuerpo Disciplinario a Arazar, mientras que el batallón Lenago Il, que conocía muy bien el Gorbea, comenzó una serie de ataques de distracción que se prolongarían hasta bien entrada la noche, forzando a los requetés a extremar todas las precauciones poniendo un centinela cada dos metros. Consciente de lo apurado de esta situación, Alonso Vega dispuso ataques sobre la zona de los embalses, pero fueron inútiles, ya que las posiciones vascas aguantaron toda la noche. Así pues, en la madrugada del día 2 de abril la compañía Landarraga del Padura bajo el mando del capitán Segundo Elordui inició la aproximación con un movimiento desde Egiriñao hasta Zastegi, mientras que otra compañía del Padura, la Iberlanda, apoyada por fuego de mortero y ametralladora, realizaba un ataque de distracción desde Aldamin, lo que permitió a los hombres de Elordui llegar a la cima, protegidos por una niebla tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Entonces se inició una corta pero intensa lucha que terminó con la cima en manos de los gudaris, que pusieron en fuga a los combatientes carlistas, dejando tras de si un reguero de bajas en su retirada hacia el Berretín, entre ellas los capitanes Azcarretazabal y Castor Ramírez Castresana, el teniente Calvo, cuatro requetés desaparecidos y otros siete sin evacuar, que fueron atendidos por el médico bilbaíno Angel M. Agirretxe, jefe del sector del Gorbea al mando de los batallones del Jagi Jagi. El Padura tuvo que lamentar la muerte de los gudaris Francisco Aspiunza y Florián Tolosa y las bajas por heridas del teniente Julián Urtiaga, el sargento Fernando Olea y los gudaris Gregorio de Salazar, Santiago Barrena y Blas Larrínaga. Por su parte, en los combates de la tarde–noche, el Zergatik Ez perdió a Jesús Ajuria Achutegui y el Lenago Il a Pedro Oyarzabal Odriozola. El Gorbea permanecería en poder de las tropas vascas hasta el día 16 de junio de 1937, pero la estratégica posición del Berretín continuaba en manos rebeldes y, aunque se planteó su recuperación a cargo de los hombres del Disciplinario y los gudaris del Padura, esta se pospondría finalmente, convirtiéndose a partir de entonces en el lugar de paso preferido para todos aquellos que querían pasarse a las líneas franquistas.