Cinturon de Hierro - Burdin Hesia
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Catalogación
Catalogación

Mendibe-Areneburu (Fondo Monés, Instituto Cartográfico de Catalunya)

Antecedentes

[Central eléctrica de Burtzeña ] [Puerto de Bilbao] [Aeródromo de Sondika]

El Cinturón Defensivo de Bilbao era la línea fortificada con la que el Gobierno de Euzkadi quiso asegurar, en última instancia y una vez fueran rebasados los tres frentes de combate que defendía el Ejército Vasco en el invierno de 1936/1937, la defensa de Bilbao y de los pueblos de su entorno con todos sus recursos –aeródromos, central eléctrica de Burceña, etc.- además del puerto de Bilbao, cuya posesión era vital, no sólo para mantener el esfuerzo logístico del Ejército sino para alimentar a la población civil. La idea partió de la Junta de Defensa de Vizcaya del gobernador civil José Echevarría Novoa y del Jefe de Estado Mayor del Ejército del Norte, el teniente Francisco Ciutat, pero se plasmó durante el mandato de José Antonio Aguirre, Lehendakari del primer Gobierno Vasco, iniciándose las obras el 9 de octubre de 1936. Diseñado por el comandante de ingenieros Alberto Montaud Noguerol, profesor de fortificaciones de la Escuela Superior de Guerra, fueron encargados del proyecto los capitanes de ingenieros Pablo Murga y Alejandro Goicoechea, este último retirado hacia años. La defección de ambos dejó a la obra herida de muerte, pero fue la aplastante superioridad en artillería y aviación del Ejército franquista la que marcó su ruptura entre el 11 y el 12 de junio de 1937, independientemente de sus muchos defectos, lo endeble de sus fortificaciones y, sobre todo, la falta de recursos para su defensa. Bautizado como “Cinturón de Hierro” por la prensa del bando rebelde, la conquista de esta fortificación, que supuso un ingente esfuerzo logístico en el que estuvieron implicados una enorme cantidad de recursos, adquirió tintes de leyenda y fue amplificada por la propaganda franquista, e incluso italiana, que pronto cedió al influjo de la “Cintura di Ferro”. Convertido en un símbolo de la victoria, en fecha tan temprana como 1937 las propias autoridades provinciales pergeñaron políticas de conservación y turísticas, pero la realidad de un país hundido y sumido en la autarquía, que necesitaba con urgencia materias primas, hizo que proliferasen todo tipo de oportunistas que necesitaban hacerse con el hierro de las armaduras de hormigón. El propio Goicoechea, que se hizo con una fortuna reciclando la chatarra de la destrozada red ferroviaria nacional, recibió la concesión de desmantelar el Cinturón de Hierro a través de una sociedad que formó con Valeriano Urruticoechea y Santiago Fernández Varona. Así fueron voladas la mayor parte de los fortines de hormigón, salvándose muy pocos. No fue hasta 1999 en que, siguiendo los deseos de Luis Ruiz de Aguirre “Sancho de Beurko”, la asociación que lleva su nombre empezó a estudiar los frentes estabilizados que defendió el Ejército Vasco en 1936-1937, que podíamos llamar línea exterior, y también la línea interior que forma el “Cinturón de Hierro”.

La Asociación Sancho de Beurko fue consciente de la demanda de la propia sociedad vizcaína en la defensa de este patrimonio que languidecía abandonado en nuestros montes y, tras diversas reuniones y contactos con los técnicos de la Dirección de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco, recibió el encargo de acometer el estudio de estas fortificaciones, aprobándose el proyecto por parte del viceconsejero de Cultura, Juventud y Deportes el día 7 de mayo del 2008, trabajo que aún continua en la actualidad. Pero no sólo se ha trabajado en la elaboración de un inventario, sino en la puesta en valor y en el conocimiento de este patrimonio construido, colaborando con municipios, organizaciones y personas particulares. Ello ha fructificado en diversas iniciativas y en un embrión de espacio histórico que puede disfrutarse en diversas localidades, que ofrecen recursos relacionados con el “Cinturón”. Hay que destacar que era la primera vez en que se acometía el estudio de las fortificaciones de la Guerra Civil en Euskadi, teniendo que establecer una metodología específica y consensuada con el Gobierno Vasco, que es la que se utilizará en las políticas de conservación que se adopten posteriormente.

Metodología

El grupo de trabajo quedó formado por una dirección, dos coordinadores con diferentes áreas, un equipo de investigadores, un responsable de gráfica, diseño e informática y una sección de topografía. Las diferentes campañas que se han llevado a cabo desde 2008 para elaborar el catálogo de fortificaciones ha constado siempre de dos fases de investigación: la de campo y la histórica y documental. La primera ha supuesto, y supone, multitud de salidas, que han superado con mucho las primeras expectativas en cuanto a la necesidad de horas de trabajo. Con la segunda, tras la visita a la práctica totalidad de archivos y hemerotecas relacionados con este periodo, se ha cumplido hasta la fecha con todos los objetivos previstos, si bien faltan materiales y planimetría de la época por los diversos avatares que ha sufrido la documentación de 1936/1937, lo cual, añadido al problema de su dispersión, ha motivado que el esfuerzo en horas haya sido ingente, sobre todo durante las dos primeras campañas. Esto unido al, como señala muy acertadamente José Ramón Cruz Mundet, desinterés que se ha tenido hasta hace no tanto tiempo por los archivos, ha supuesto un problema muy serio que sólo ha podido solventarse con éxito en virtud de los años que tiene ya este proyecto. Y es que la confianza de la Dirección de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco en el trabajo de Sancho de Beurko –el primero de estas características que se ha realizado en Euskadi- ha marcado la diferencia fundamental con catálogos de fortificaciones de la Guerra Civil Española encargados, en algún caso, a empresas de arqueología que directamente han renunciado a ir a los archivos y han centrado todos sus esfuerzos en el inventario de trincheras y fortines, cuya tipología desconocían casi totalmente. Ello se ha debido, en gran medida, a la escasez de referencias sobre este tema en fecha tan tardía como principios del siglo XXI, muy posiblemente a causa del desapego que tradicionalmente ha tenido la historiografía por lo militar. Un trabajo que, en cambio, si habían acometido, con excelentes resultados, asociaciones pioneras como GEFREMA en Madrid o ARAMA en Asturias. A estas alturas puede resultar una obviedad, pero entonces no lo era tanto, señalar que un trabajo de estas características requiere de un equipo multidisciplinar formado por investigadores expertos en la Guerra Civil, pues de otro modo no se pueden interpretar adecuadamente las fortificaciones de aquel periodo y mucho menos describir aspectos como su tipología o el fin para el que fueron construidos, lo que resulta fundamental para completar las fichas de inventario. Mención aparte merecen las fuentes orales, que han sido diversas y cualificadas. Así, se ha hablado con personas que trabajaron en el “Cinturón”, lugareños y diversos especialistas, que han dado respuesta a multitud de interrogantes, como el uso de barrenas neumáticas accionadas por compresores para hacer los abrigos en galería de mina, herramientas de las que se disponía en la minería vasca desde la década de los años 20, identificar a los diferentes gremios profesionales que intervinieron en las obras, el uso del hormigón y un larguísimo etc.

Con todo este volumen de información, la Asociación Sancho de Beurko se vio, especialmente durante la primera campaña, obligada a modificar sobre la marcha la tipología diseñada exprofeso para elaborar el catálogo de las fortificaciones, que se ha debido adaptar a la terminología militar al uso, pues no olvidemos que se trata de obras de carácter militar y/o defensivo; de este modo, a los refugios se les ha llamado abrigos, que son de diferentes tipologías, y así con el resto de fortificaciones, constatando la necesidad de ajustarse a unos criterios mínimos que fuesen compatibles con el lenguaje militar de la época y, por qué no decirlo, con el trabajo que llevaban en otras partes asociaciones como GEFREMA o ARAMA. Para ello, ha sido fundamental la consulta de bibliografía especializada, como los manuales de la Academia de Ingenieros de Segovia anteriores a 1936. Esta compatibilidad es muy importante, ya que de otro modo se generaría una confusión que en nada ayudaría a la divulgación de los resultados de este estudio, así como a la elaboración de políticas comunes de conservación. El lenguaje utilizado, en suma, es un factor muy importante.

Por otra parte, es importante señalar que no se ha realizado en el presente estudio sobre el Cinturón de Hierro ninguna intervención arqueológica por parte del grupo de trabajo de la Asociación Sancho de Beurko, salvo la identificación de materiales en superficie, necesaria para el inventario de fortificaciones y la elaboración del catálogo. Sin embargo, durante este tiempo los ayuntamientos de Berango y Llodio han excavado lienzos de línea de trinchera en virtud de sus propios proyectos de puesta en valor de este patrimonio construido. En ambos casos, se ha contado con el asesoramiento de la Asociación Sancho de Beurko, que informó a los técnicos del Centro de Patrimonio Cultural de que se trataba de zonas en las que ni hubo combates ni nunca fueron ocupadas durante la Guerra Civil y, por ende, carecen de estratigrafía de interés, limitándose la intervención básicamente, tras una prospección previa, a retirar los materiales que las colmataban; pero aun así, se complementó en una zona muy concreta con aparatos electromagnéticos (detector de metales), que no mostraron materiales de interés.

Conceptos militares básicos de fortificación

[Asentamiento de ametralladora en barbeta] [Esquema de trinchera] [Pozo de tirador]

Para entender el “Cinturón de Hierro” se deben definir algunos conceptos básicos de técnica militar que resultan fundamentales en el diseño de esta fortificación. Esta obra defensiva se basaba en la continuidad y flanqueo múltiple con ametralladoras en asentamientos (nidos) blindados de hormigón y correspondía a criterios definidos y calculados en los que primaba la escasez de medios, pensando en aquello que mejor se adaptaba a la defensa en terreno montañoso y al principal problema de los batallones vascos: la falta de ametralladoras. Así pues, a pesar de los ríos de tinta que han corrido sobre este asunto, nada se hizo de manera improvisada ni casual.

El principio del flanqueo es concentrar la mayor intensidad de fuego en la dirección que el enemigo utilice para el ataque a fin de infringirle las mayores pérdidas con el mínimo uso de medios. En el caso de los nidos de ametralladora del Cinturón los sectores de tiro debían ser eficaces en la dirección en que avanzase el enemigo y se pensó que para aprovechar las características del terreno montañoso, tan movido e irregular y con cantidad de ángulos muertos, que obligaba a colocar un número excesivo de nidos (lo que era del todo imposible porque iba contra la economía de medios, la falta de ametralladoras y el poco tiempo que hubo para fortificar), se pensó en construirlos con amplias troneras y sustituir un buen número de estos puestos para ametralladoras con otras armas, siendo lo más socorrido hacerlo con fusiles. De este modo, el “Cinturón de Hierro” se llenó de elementos activos de trinchera, la mayoría apenas fortificados bajo rollizos de madera, y en el mejor de los casos trincheras blindadas de hormigón con aspilleras para fusiles que pudiesen suplir el flanqueo encomendado a las ametralladoras en el caso de que estas fallasen o quedasen inutilizadas, lo cual era muy común. En el terreno montañoso las distancias entre los distintos puestos de flanqueo, que llamaremos asentamientos de armas en las fichas de inventario, pueden ir desde pocos metros hasta centenares y en medio sólo quedaban los fusiles de gudaris y milicianos vascos. No existe en todo el “Cinturón de Hierro” ni una sola casamata para alojar piezas de artillería.

El Cinturón de Hierro y su traducción al euskera

Como se ha dicho, el lenguaje utilizado en el inventario y en la elaboración de políticas de conservación era una cuestión muy importante y la Asociación Sancho de Beurko hizo gestiones para determinar cuál era el nombre más adecuado en euskera para denominar al “Cinturón de Hierro”. No es éste un tema baladí, puesto que en estos últimos años han surgido colaboraciones con diferentes municipios interesados en poner en valor, y en su caso rehabilitar, este patrimonio construido del que, afortunadamente, aún quedan numerosos restos. Colaboraciones que han incluido a instituciones como el Archivo General de Gipuzkoa, que estaba muy interesada en la descripción de las fotos del Fondo Indalecio Ojanguren sobre el “Cinturón de Hierro” y otros frentes de combate de la pasada Guerra Civil en Euskadi. Estos trabajos, que conllevan la creación de señalítica y paneles informativos, deben respetar las dos lenguas cooficiales del país: euskera y castellano. El problema radicaba en que, hasta la fecha, han sido multitud las denominaciones utilizadas en euskera a la hora de referirse al “Cinturón de Hierro”, como podían ser “Burdinezko gerrikoa”, “Burdinazko gerrikoa”, “Burdin gerriko” o “Burdin hesia”, pudiéndose añadir a todas ellas el nombre propio Bilbo (Bilbao) con el sufijo –ko, que indica su estricta pertenencia geográfica. Por todo ello, se hizo evidente la necesidad de buscar una denominación única y oficial para todos estos proyectos, evitando la confusión entre la gente que visitara dichas zonas.

La clave estaba en un artículo del diario “Eguna”, escrito íntegramente en el euskera vizcaíno de la época, fechado el 13 de mayo de 1937 en el que aparece la forma “Bilbao´ko burdin-esia”. Se trataba de de una crónica del corresponsal norteamericano James Minific, cuyo nombre es con toda seguridad a un pseudónimo. Según las actuales normas ortográficas, el término “esia” se escribe con “h” y “Bilbao'ko”, como es sabido, sería “Bilboko”, con lo cual el nombre a día de hoy se escribiría “Bilboko Burdin Hesia”. Una vez comprobado que ya en 1937 el Cinturón de Hierro tuvo una denominación eusquérica, el siguiente paso fue ponerse en contacto con la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia, para que pudiera darnos alguna confirmación de si “Bilboko Burdin Hesia” podría unificar y sustituir a las otras variantes usadas hasta ahora. Euskaltzaindia confirmó dicha denominación y, atendiendo a la solicitud de la Asociación Sancho de Beurko, emitió el siguiente certificado:

Mikel Gorrotxategi Nieto, académico correspondiente y secretario de la Comisión de Onomástica de esta Real Academia de la Lengua Vasca-EUSKALTZAINDIA, CERTIFICA: Que la Comisión de Onomástica, en su reunión de Olatzagutia de este mes, estableció que la denominación eusquérica de la estructura militar de la guerra civil conocida en castellano como Cinturón de Hierro de Bilbao en euskera es Bilboko Burdin Hesia. Que traducciones como Bilboko Gerrikoa, aunque se han usado, no son apropiadas, y que además, Bilboko Burdin Hesia fue usada, entre otros, por el diario Eguna de aquellas fechas. En Bilbao a veintisiete de enero de dos mil doce.

Por todo esto, desde la asociación Sancho de Beurko se ha decidido usar y promover en todas las actuaciones relacionadas con el “Cinturón de Hierro” la terminología “Bilboko Burdin Hesia”, proponiendo esta denominación a todos aquellos interesados en su estudio y conservación.

Descargar documento expedido por Euskaltzaindia

Descargar traducción de la crónica

Organización del Cinturón de Hierro

[Organización del Cinturón de Hierro] [Orden general para la defensa (Fundación Sabino Arana)]

El diseño del “Cinturón de Hierro” recayó en el, por aquel entonces, comandante de ingenieros Alberto Montaud de Noguerol y lógicamente fue él quien organizó la línea defensiva en sectores, subsectores, cortinas, organizaciones o centros de resistencia…, etc. Se trata de una organización militar propiamente dicha, ya que el Cinturón también poseía una organización de obra, completamente diferente a la militar y pensada para las necesidades estrictamente constructivas. Definir los límites de cada sector, subsector u organización no fue tarea sencilla para Montaud, y buena prueba de ello son los diferentes cambios que tuvo que realizar, como queda señalado en un documento que dirigió al capitán Goicoechea en noviembre de 1936. Finalmente, no fue hasta el 13 de mayo de 1937, tiempo después de la defección del propio Goicoechea, en que Montaud fijó definitivamente la organización del “Cinturón de Hierro” en un informe que lleva por título “Defensa inmediata de Bilbao”.

Este informe fue encargado por el Lehendakari Aguirre, quien estaba preocupado por una posible ocupación del “Cinturón” y la necesidad de que las tropas tuvieran unas pautas a las que atenerse para ocupar las obras eficazmente cuando llegase el momento. Dicho informe, a su vez, estaba dividido en dos anejos. El Anejo Nº1, titulado “Esquema de Orden General para la Defensa”, trata la organización del “Cinturón” en sectores, divididos estos a su vez en subsectores, cortinas o centros de resistencia, y es el que se considera más adecuado para explicar la organización de la línea defensiva, puesto que trata físicamente el terreno sobre el que se asientan las fortificaciones. El Anejo Nº2, “Esquema de Orden General de Ocupación”, versa sobre la ocupación por parte de las tropas vascas de las obras del “Cinturón”, pasando de los sectores antes mencionados a frentes divisionarios. Esta organización se entiende por resultar más adecuada para ubicar a las cinco recién creadas divisiones del Ejército de Euzkadi en los correspondientes cinco frentes divisionarios en que quedaría estructurado a partir de entonces el “Cinturón”. Sin embargo, este Anejo Nº2 puede considerarse un tanto ficticio por varios motivos: primero, porque algunas de estas divisiones estaban tan mermadas que era imposible que ocuparan la línea defensiva como había planificado Montaud, y segundo, porque carecían de ametralladoras y artillería en cantidad suficiente para cumplir con lo especificado. En dicho informe también se señalan donde estarían emplazados los observatorios, artillería, puestos de mando…, etc. Sin embargo, al no llegarse a construir casi ninguna de estas obras, y para no complicar más el asunto, se hablará aquí de la división en sectores, subsectores, centros de resistencia y cortinas, dejando el resto para el estudio que la Asociación Sancho de Beurko realiza para el Centro de Patrimonio Cultural, donde si se hace referencia a los mismos. Así pues, los sectores del Cinturón de Hierro eran los siguientes:

1º SECTOR. Este sector comprende desde la desembocadura del rio Barbadun en Muskiz y Punta Lucero en Zierbana hasta el camino de Galdames a Castaños en el término municipal de Galdames. A su vez, se divide en dos Subsectores, Norte y Sur, que se encuentran separados por el Pico Ventana.

Subsector Norte
Con organización o centro de resistencia en Punta Lucero.
Subsector Sur
Al ser un sector muy montañoso y escarpado sin buenas comunicaciones con Bilbao, se lo considera de poco rendimiento y prácticamente defendible solo. Sólo se prevén guardias en las cumbres. Es por ello que quedó sin construir.

2º SECTOR. Único de los cinco sectores con nombre al ser también denominado “Organización de Sodupe”. Comprende desde el collado del camino de Galdames a Castaños, anteriormente mencionado en el término municipal de Galdames, por la campa de Tillitu hasta el monte Ganekogorta en Okondo. Interiormente, se compone de dos organizaciones, la de Sodupe y la de Gallarraga –Ganekogorta.

Organización de Sodupe
a. Organización Los Llanos-La Berenilla-Lujar
b. Organización de Sodupe
Organización Gallarraga-Ganekogorta
Al ser montes de alturas considerables, sólo se consideran puestos de vigilancia en las cumbres sin necesidad de otras fortificaciones suplementarias.

3º SECTOR. Abarca desde el monte Ganekogorta en Okondo hasta Artetagan en terrenos de Galdakao. Se halla compuesto por tres subsectores denominados subsector de Zollo, subsector de Miravalles y subsector de Upo.

Subsector de Zollo
a. Boquete de Larumberraka u organización defensiva de Kamaraka
b. Organización de Zollo
c. Cortina montañosa de Gazteluzar-Kamaraka-Goikogana
d. Cortina del barranco de Larumberraka
Subsector de Miravalles
a. 3 centros de resistencia de flanqueo mutuo
b. Cortina cruzando el municipio y comprendiendo en ella a la fábrica de hilados
c. Centros de resistencia en Axola y Saldarian
Subsector de Upo
Puestos de vigilancia en las cumbres y grandes guardias. Se construyeron posiciones y atrincheramientos en el monte Kantara, ermita de San Segismundo y Upo.

4º SECTOR. Comprende desde Artetagan en Galdakao hasta la cima del monte Gaztelumendi en Larrabetzu. Dividido en dos grandes subsectores que son el subsector de El Gallo y el subsector de Larrabetzu.

Subsector de El Gallo
a. Organización de Artetagan
b. Organización de Santa Marina
c. Cortina flanqueada por las anteriores organizaciones y que transcurre por Aldatze-Elejalde-Usenchoro
Subsector Larrabetzu
a. Centro de resistencia de Leguina
b. Centro de resistencia de Gaztelumendi
c. Cortina de Larrabetzu

5º SECTOR. El sector más largo y por el que se rompió el “Cinturón de Hierro”. Transcurre desde Gaztelumendi en Larrabetzu hasta la costa, dividiéndose en diferentes líneas por los municipios de Getxo, Sopelana y Barrika. Se compone de tres organizaciones principales que son Artebakarra, Unbe y Sopelana y dos cortinas frontales. La cortina de Urrusti, que une Gaztelumendi con la organización de Artebakarra, y la cortina de Erandio, que transcurre desde la organización de Unbe hasta la de Sopelana.

Organización de Artebakarra
a. Centro de resistencia de Atebakarra (se apoya en Berreaga)
b. Centro de resistencia de Mantuliz (se apoya en Gambeca)
Organización de Unbe
Cierra el collado de la ermita de San Miguel y contacta con la organización de Artebakarra en Mantuliz. Constituye en conjunto un centro de resistencia.
Organización de Sopelana
a. Centro de resistencia de Munarrikolanda
b. Centro de resistencia de Santa Marina
c. Centro de resistencia de Ganes
Cortina de Urrusti
Corre entre las organizaciones de Gaztelumendi y Artebakarra y se trata de una zona propicia para las operaciones militares enemigas debido a su naturaleza de suave pendiente. Comprende un punto de apoyo flanqueante en Berreaga. Como dato cabe señalar que fue precisamente en esta cortina donde se rompió el Cinturón el 12 de junio de 1937, entre la cotas de Urrusti y Gaztelumendi.
Cortina de Erandio
En este caso es una cortina más fuerte que la de Urrusti gracias al flanqueo que sobre ella hace la organización de Sopelana.

Tipología de las obras de fortificación

En el “Cinturón de Hierro” están presentes casi todas las tipologías de las obras de fortificación de campaña conocidas hasta el momento del inicio del levantamiento militar en julio de 1936. En Euzkadi la escasa duración de la contienda, que no llegó a 1 año, no permitió que la arquitectura militar fuese evolucionando al ritmo que imponían las nuevas armas y tácticas que el Ejército rebelde y sus aliados llevaban a cabo según avanzaba la guerra, como si pasó en otros frentes. Todo lo estudiado en las academias de ingenieros de la época se puso en práctica en el “Cinturón de Hierro”, más si cabe teniendo en cuenta que el teniente coronel Montaud, que diseño el Cinturón y sus fortificaciones, había sido profesor de fortificaciones en la Escuela Superior de Guerra y lógicamente llevó a la práctica todos aquellos conocimientos. En aquella ardua tarea se le acumularon los problemas, como la falta de tiempo, la escasez de medios impuestos por la guerra, la falta de ingenieros militares y sobre todo de personal experimentado en las construcciones militares, etc.

Todas las fortificaciones militares parten de una zanja de protección de personal, una trinchera, a la que se le añaden dos revestimientos –de mampostería de piedras, madera y hormigón- para evitar el derrumbe de los taludes. Partiendo de esta descripción, se puede hacer una sencilla clasificación de las fortificaciones del “Cinturón” en asentamientos de armas (principalmente, nidos de ametralladoras) y abrigos (refugios), aunque luego existen otros tipos como puedan ser pozos de tirador, parapetos, muros de hormigón o mampostería con aspilleras e incluso construcciones auxiliares como los observatorios, que bien podrían tener su propia categoría o estar incluidas dentro de las dos anteriormente citadas. Como ya se ha mencionado, la variedad de esta tipología es muy amplia; por ello, en las siguientes líneas se describirán los tipos más comunes o aquellos que se pueden observar en la actualidad por haber conseguido conservarse hasta este comienzo del siglo XXI.

Cabe reseñar, antes de empezar a detallar las fortificaciones, la gran variedad de materiales empleados en la construcción de esta línea defensiva, para así comprender mejor la tipología de las construcciones. Los materiales empleados incluían desde los rollizos de pino, tepes de tierra o chapas de metal onduladas hasta el cemento empleado en la creación del hormigón. Los rollizos de pino, los tepes y las chapas de metal onduladas eran usados con profusión en la creación de cubiertas para abrigos, proporcionando una protección más o menos mayor dependiendo de la cantidad de capas de rollizos y tierra que se pusiesen en dichas cubiertas. Otro material importante era la piedra de mampostería, que afloraba en la propia excavación de las trincheras, abrigos y nidos. Estas piedras se preparaban y se usaban para construir sólidos muros para la contención de taludes, parapetos, pozos de tirador o los propios nidos y abrigos. Otro de los materiales, y quizás el más importante, puesto que era el que más consistencia y blindaje proporcionaba a las construcciones, era el hormigón. El hormigón es una mezcla de mortero y grava, siendo el mortero a su vez otra mezcla realizada con cemento (también denominado “aglomerante”), arena y agua, a la que se le añade la grava, también denominada “árido grueso”, que no es otra cosa que cantos rodados de pequeño tamaño o piedra machacada. Si a esta mezcla se le añaden unas armaduras durante el proceso de vertido en el lugar elegido para la construcción se convierte en hormigón armado. El hormigón, por su versatilidad y resistencia, era el material adecuado para la construcción de las cubiertas, sobre todo para los nidos de ametralladora, y de los muros a los que quisiera dotar de una gran resistencia.

Las diferentes denominaciones y la terminología que va a ser empleada a continuación es la que procede del estudio de los manuales militares de la época y ha sido aplicada durante la elaboración del catálogo realizado para la Dirección de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco, terminología que ha sido consensuada y aceptada por sus técnicos.

Trincheras

[Foto trinchera 1 ] [Foto trinchera 2]

La primera y más básica, pero no por ello la menos importante, de las fortificaciones de campaña es la zanja de protección o trinchera. Las trincheras son la base a partir de la cual, con las modificaciones necesarias, se crean los pozos de tirador, abrigos, asentamientos de ametralladora, etc. Se trata de zanjas excavadas en la tierra para dar protección a los soldados y pueden estar preparadas para poder efectuar el fuego de fusiles y armas automáticas. Se dividen en trincheras de combate y trincheras auxiliares o de comunicación. Las trincheras de combate, o de primera línea, son las que están preparadas para combatir desde ellas. Normalmente constan, en el fondo de la trinchera, de una banqueta de tiro, que permite a los soldados que han de abrir fuego estar a la altura conveniente, mientras que los soldados que transcurren por el interior de la trinchera, a través del pasillo de comunicación, se mantienen a cubierto del fuego enemigo. Las trincheras o ramales de comunicación son las que tienen por objeto permitir la comunicación entre los diferentes elementos que componen una posición organizada. Estas trincheras también pueden tener zonas preparadas para el combate por si es necesaria la defensa desde ellas en algún momento de las operaciones. Según los diferentes trazados se pueden denominar como trincheras en línea, de redientes, en llares, en cremallera, en ondas, en zigzag, traveses, salientes, etc. Normalmente es la propia orografía del terreno la que marca el trazado más adecuado a construir, aunque los sistemas más utilizados por efectividad y protección son los de cremallera y llares. El trazado en zigzag es el más usado para las trincheras de comunicación, aunque en el Cinturón muchas de estas trincheras o ramales de comunicación son prácticamente rectos, sobre todo los que comunican con la contrapendiente del monte, donde se localizan los abrigos a contrapendiente y demás construcciones auxiliares.

Abrigos

[Foto abrigo 1] [Foto abrigo 2] [Foto abrigo 3] [Foto abrigo 4]

Otra de las construcciones de las fortificaciones de campaña y por ende del “Cinturón de Hierro” son los abrigos. Un abrigo básicamente es un refugio en el cual protegerse de los ataques del enemigo, especialmente de los bombardeos tanto de aviación como de artillería. Estos abrigos se pueden dividir a su vez en abrigos pasivos y activos. La diferencia entre uno y otro radica en que los abrigos pasivos sirven únicamente como refugio sin posibilidad de defensa desde su interior, mientras que en los abrigos activos, aparte del refugio, es posible la defensa desde el interior a través de aspilleras, troneras o ventanas. Dentro de los abrigos pasivos los más comunes, y que se encuentran con profusión por todo el “Cinturón”, son los abrigos en galería de mina. Los abrigos en galería de mina, como su propio nombre indica, son galerías excavadas en la tierra desde la propia trinchera en el talud trasero de esta. Se trata de uno de los abrigos más básicos que existen, pero también uno de los más útiles puesto que prácticamente desde el comienzo de su excavación ya puede comenzar a usarse. El blindaje lo proporciona la capa de tierra que lo cubre y la profundidad que se consiga. A más tierra por encima de la galería mayor será la protección conseguida. Estos abrigos se construían en la roca viva utilizando técnicas análogas a las usadas en la zona minera de Bizkaia, es decir, barrenas neumáticas accionadas por compresor. En caso de no poder usarse las barrenas neumáticas se empleaban picos y palas, aunque de esta manera la dureza del trabajo aumentaba considerablemente. Estas galerías pueden ser de una entrada y unos pocos metros de profundidad hasta 20 ó 40 metros con varias entradas y salidas a diferentes niveles y líneas de trincheras.

Existen también otro tipo de abrigos pasivos realizados con muros de mampostería u hormigón y con cubiertas también de hormigón o rollizos de pino. Estos abrigos pasivos con cubiertas de hormigón suelen tener un hueco en el techo donde poder ubicar periscopios de trinchera que posibiliten la observación del enemigo mientras se está a cubierto en el interior. Suelen tener un tamaño que al menos permita la protección de una escuadra de soldados. En cuanto a los abrigos activos se podrían considerar las trincheras cubiertas y galerías hormigonadas con aspilleras como abrigos activos, puesto que ambas construcciones dan refugio a los soldados y a la vez permiten realizar fuego desde el interior.

Asentamiento de ametralladora

[Foto asentamiento de ametralladora 1] [Foto asentamiento de ametralladora 2] [Foto asentamiento de ametralladora 3]

Los asentamientos de ametralladora, también denominados nidos de ametralladora, son los lugares donde se emplazan las ametralladoras como su propio nombre indica. Estos nidos pueden ser “en barbeta” o blindados y ambos pueden contar con un abrigo pasivo asociado para la protección de hombres y materiales. La diferencia entre unos y otros es la protección que prestan a sus ocupantes. Mientras que los primeros pueden ser una simple posición protegida con sacos terreros o un parapeto de tierra de la propia excavación del asentamiento los segundos están construidos en materiales más sólidos y completamente cubiertos para proteger lo máximo posible a la ametralladora y sus sirvientes. Los asentamientos de ametralladora del “Cinturón de Hierro” constan de una amplia tronera a través de la cual se realiza el fuego de la ametralladora, una explanada o meseta donde se emplaza la maquina y, en muchos casos, un abrigo pasivo en el que puedan protegerse los sirvientes y la maquina en caso de ser necesario. En algunos casos, también cuentan con un hueco en la cubierta para la colocación de un periscopio de trinchera

La gran diferencia entre los asentamientos del “Cinturón de Hierro” y los de otros frentes son las amplias troneras y los abrigos pasivos que poseen en su interior, bien a un lateral de la meseta en un plano inferior o justo por debajo de esta. Estos abrigos se construyeron como una solución técnica para proteger aún más a la ametralladora y sus sirvientes durante las fases del combate que así lo requiriesen, como podían ser los bombardeos, resguardándose en dichos abrigos y volviendo a tomar posiciones inmediatamente después del cese de los mismos.

Las grandes troneras eran debidas básicamente a dos motivos. El primero de ellos es porque debido a lo escarpado del terreno existían muchos salientes y recovecos en las zonas a batir por el fuego de la ametralladora, con lo cual contar con unas troneras más grandes permitía unos sectores de tiro mucho más amplios. El otro motivo era que dichas troneras amplias conllevaban, a su vez, explanadas o mesetas igualmente amplias, lo que permitía colocar casi cualquiera de las variadas ametralladoras con las que contaba el Ejército de Euzkadi. Los nidos se construían muchas de las veces con muros de mampostería, consiguiendo de esta manera reducir el empleo de hormigón y los gastos tanto económicos como logísticos que ello conllevaba, y con cubiertas de hormigón reforzadas con armaduras metálicas. En la construcción de un nido podemos decir que se tarda aproximadamente unas dos semanas, aunque en caso necesario los plazos se podían acortar pero comprometiendo la resistencia de la estructura.

Caseríos fortificados

[Foto caserío fortificado]

Dentro de los asentamientos de ametralladora existen unos muy concretos construidos en el interior de caseríos y que permiten hacer fuego desde las fachadas, convirtiéndose en construcciones típicas del “Cinturón de Hierro”. Estos asentamientos han sido denominados en el catálogo como “Caseríos fortificados”. El único que ha llegado hasta nuestros días, aunque se sabe de alguno más, es el de Goikoelejea en Larrabetzu. Se trata de un nido cuyo cuerpo se haya encastrado en la cuadra del caserío, de cuya fachada sólo asoma su frente y la tronera. La idea era sencilla y tiene dos grandes ventajas; la primera era que un asentamiento de ametralladora dentro de un caserío conseguía que este pasase desapercibido ante los vuelos de reconocimiento enemigos, y la segunda es que en caso de bombardeo del caserío los propios escombros enmascararían y protegerían aún más si cabe el nido.

Conjuntos fortificados

[Foto conjuntos fortificados 1] [Foto conjuntos fortificados 2] [Foto conjuntos fortificados 3]

Un conjunto fortificado, a modo de centro de resistencia, es una construcción que presenta características de dos o más fortificaciones diferentes, normalmente un asentamiento de ametralladora y uno o dos abrigos activos, que forman un todo homogéneo y compacto protegido por una cubierta. Dicha denominación es la única que no aparece en los manuales de fortificación de campaña de la época utilizados en el presente catálogo, donde construcciones similares aparecen identificadas como “fortín”, denominación esta que es muy indeterminada y genérica, puesto que el término “fortín” aparece descrito en los manuales militares como “termino poco concreto que se aplica a cualquier construcción realizada en materiales de gran resistencia”. Es por ello que se adoptó el término “fortín” para denominar exclusivamente a aquellos restos cuya tipología, debido al deterioro de su estado, no era posible reconocer ni identificar. Los conjuntos fortificados están formados por un nido de ametralladora, que normalmente suele situarse en el centro de la construcción, y dos abrigos activos con aspilleras para fusiles, situado uno a cada lado. También hay casos en que el nido, que puede tener un abrigo pasivo asociado o no, se encuentra en un extremo del abrigo, o se sitúa inmediatamente por delante, accediéndose a su interior a través de un pasillo. Las opciones son varias, aunque la más empleada es la que presenta el nido en el centro de la construcción.

La creación de estas fortificaciones obedece básicamente a dos necesidades. La primera, cubrir otros ángulos que la ametralladora no pueda cubrir con su limitado sector de tiro debido a la orografía, evitando así de esta manera la necesidad de construir un excesivo número de nidos. Y la segunda, que en caso de que la ametralladora falle, o ni siquiera pueda emplazarse debido a la escasez de ellas que tenía el Ejercito de Euzkadi, los fusiles puedan suplir el fuego de dicha ametralladora.

Muros hormigonados con aspilleras

[Foto muros hormigonados con aspilleras 1] [Foto muros hormigonados con aspilleras 2] [Foto muros hormigonados con aspilleras 3]

Los muros hormigonados con aspilleras son otras de las construcciones características del “Cinturón de Hierro” de los que sólo dos, de los tres de cuya existencia se tiene constancia, han llegado hasta nuestros días, presentando todas ellos características muy similares, salvo alguna variable. El más alto de los dos muros que se conservan en Larrabetzu tiene 3 mts de altura construidos en hormigón armado con compartimentos de cuatro aspilleras abocinadas hacia el interior y situadas a tresbolillo, en las cuales los hombres se colocaban a diferentes alturas unos de otros. Para ello, unos estaban de pie sobre el suelo, mientras que los de la parte superior se subían a una pequeña plataforma para alcanzar las aspilleras superiores. En el caso del muro de hormigón con aspilleras que se ha descrito, señalar que a ambos lados del mismo se ubican, en la parte baja y casi a nivel del suelo, dos aspilleras redondas. Es muy probable que a través de estas aspilleras se realizara fuego a discreción por medio de un fusil ametrallador, cuyo bípode se situaría en el suelo o en la pequeña repisa que posee una de ellas.

Normalmente se colocaban para cerrar carreteras o puntos vulnerables en llanos fácilmente accesibles por la infantería enemiga. Los muros que cerraban carreteras tenían una característica común que eran unos carriles en los laterales que daban a la carretera a través de los cuales se podía subir y bajar una defensa accesoria conocida como “caballo de frisa”. Delante de estos muros se realizaba una zanja en la carretera que se tapaba con troncos y tablas de madera que, en caso de necesidad, eran retirados procediendo al corte de la carretera.



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